¿Qué les pasa a los animales callejeros cuando desaparecen los turistas?

Con los confinamientos por el coronavirus en todo el mundo, otra población importante también se ha visto muy afectada: los gatos y perros callejeros.

Por: JENNIFER HATTAM

El viaje desde el muelle del ferri hasta la casa de Cem Arslan en Kınalıada es corto, pero no es solo la pendiente de las calles empinadas lo que le impide recorrerlas más rápido. Mientras conduce por este pequeño distrito isleño de Estambul, Arslan suele ralentizar su escúter eléctrico, bien para que los gatos callejeros crucen la calle a salvo, bien para saludar a un grupo de perros que lo conoce bien.

Estambul es una ciudad famosa por sus animales callejeros, sobre todo sus gatos. Son los protagonistas de documentales, vídeos virales, cuentas de Instagram muy populares e innumerables fotografías de turistas. Se detienen frente a las carnicerías, las pescaderías y los restaurantes; se encaraman de forma fotogénica en monumentos históricos; y dormitan entre las mercancías de los comercios locales. Pero lo que suelen ver los turistas es solo parte de la dura realidad de los 400 000 a 600 000 animales callejeros de la ciudad.

«Cuando me mudé a Kınalıada, vi un montón de gatos y perros vagando por las calles buscando comida en invierno», cuenta Arslan, que fundó la Empathy Association para ayudar a los casi 1000 gatos y 200 perros callejeros de la isla. (En su casa tiene a un perro muy dulce y tres gatos peludos que antes vivían en la calle.) Como destino vacacional popular, Kınalıada está a rebosar en verano con unas 30 000 personas, cifra que cae en picado en temporada baja, hasta unas 300. Con el mal tiempo, pueden cancelarse los servicios de ferri al continente, el lugar más cercano donde hay servicios veterinarios.

La situación de los gatos y perros callejeros cuando desaparecen las fuentes de alimento y los cuidados de los que dependen se ha convertido en un tema relevante a nivel mundial en este último año. Mientras la pandemia de coronavirus dejaba ciudades confinadas y paralizaba el turismo, han quedado trastocadas las vidas tanto de las personas como las de decenas de millones de animales callejeros.

Gatos al acecho

Al igual que Estambul, la ciudad medieval de Kotor, en Montenegro, es célebre por sus gatos callejeros; de hecho, alberga un Museo del Gato. A nivel mundial, los lugares de interés que son populares entre los turistas también suelen ser los preferidos de los animales, ya sean los mercados tradicionales donde se comen las sobras o las ruinas antiguas, parques verdes y barrios históricos donde gatos y perros pueden resguardarse y refugiarse en ciudades ajetreadas y sobredimensionadas. Las repercusiones de la desaparición del turismo en muchos de estos lugares fueron casi inmediatas.

«Solo días después de que el gobierno cerrara los restaurantes, los enormes contenedores de basura donde muchos animales buscaban comida se quedaron vacíos», cuenta April Lynn King, voluntaria y miembro del consejo de administración de Kotor Kitties, una organización benéfica que ayuda a los animales callejeros en Montenegro. «La gente nos escribe diciendo que los gatos de sus vecindarios están aullando de hambre».

La pérdida de ingresos turísticos también tuvo un efecto indirecto en los animales. «Ciudades enteras de Bali, por ejemplo, se cerraron cuando las personas que se quedaron sin trabajo se marcharon para volver a sus casas», cuenta Katherine Polak, veterinaria y directora de atención a animales callejeros en el Sudeste Asiático para Four Paws International. Aquellos que se quedan tienen dificultades para alimentar a sus mascotas y, obviamente, a los animales callejeros. Al parecer, los índices de abandono de mascotas se han disparado en muchos lugares debido a las dificultades económicas, así como a los miedos infundados de transmisión de la COVID-19 a través de los animales.

Más animales en las calles y menos personas para ahuyentarlos también significa más oportunidades de aparearse, lo que aumenta las poblaciones en un momento en el que hubo que suspender o limitar muchos programas de esterilización/castración y adopción debido a las medidas de distanciamiento social o los recortes de presupuesto. Por otra parte, muchos animales salieron de sus refugios habituales en busca de nuevas fuentes de alimento, iniciando conflictos con otros grupos de animales callejeros que ya habían reclamado el territorio, con humanos poco amigables o incluso maliciosos y con los coches.

«Los gatos hambrientos de Atenas se volvieron más osados a la hora de cruzar las carreteras, una combinación mortal debido a la mayor velocidad a la que circulaba el tráfico reducido durante el confinamiento», afirma Cordelia Madden-Kanellopoulou, cofundadora de la organización benéfica Nine Lives Greece, cuyos voluntarios alimentan a más de mil gatos —«una fracción diminuta de la población»— en la ciudad.

Con menos ojos atentos en las calles, es menos probable que alguien llame a organizaciones benéficas o servicios municipales para informar de animales heridos o enfermos que necesitan ayuda. Ahmet Ali Yağcı, veterinario jefe de un nuevo hospital y centro de rehabilitación municipal para animales callejeros ubicado a las afueras de Estambul, dice que su plantilla ha recibido la mitad de avisos de ciudadanos que antes de la pandemia.

Proteger a los animales

En muchas ciudades, los turistas y los residentes desempeñan un papel importante a la hora de avisar de perros y gatos que necesitan ayuda. También fundan, hacen voluntariado y donan a organizaciones benéficas que ayudan a animales callejeros, y a veces hacen todo lo posible para llevarse a casa un animal adoptado. La pandemia interrumpió estas formas de apoyo, dejando a muchas organizaciones con escasez de fondos. Esto ha resaltado la importancia de la educación y de intervenciones médicas como los programas de esterilización, que crean soluciones a más largo plazo.

Sin embargo, el turismo no siempre es beneficioso para los animales callejeros. «En una de las estaciones de la India donde trabajábamos, los vecinos tenían cachorros en cestas frente a sus casas para vendérselos a los turistas», cuenta Keren Nazareth, de Humane Society International. Como los perros callejeros habían producido los cachorros —y eran una fuente de ingresos—, «la gente no permitía que nos los lleváramos para que los esterilizaran o los vacunaran, y no sabemos qué les pasa a esos cachorros», explica. En otros lugares, el envenenamiento antes de la temporada alta es una forma de «limpiar» la zona para los visitantes a los que quizá no les gusten los animales callejeros.

Como ha ocurrido de muchas otras formas, la pandemia de coronavirus ha puesto de relieve la vulnerabilidad de los animales callejeros. Por cada cafetería con gatos que se acurrucan felizmente en los regazos de los visitantes, cientos —si no miles— de animales callejeros en esa misma ciudad llevan vidas limitadas por las enfermedades, el maltrato y los accidentes. Las fotos adorables y las historias de viajes encantadores que citan la ubicuidad de los gatos y los perros ocultan el hecho de que muchas de estas poblaciones son demasiado grandes para ser saludables. Además, los animales callejeros no pueden sobrevivir a base de me gusta en Instagram.

«Los gatos son un negocio importante en Kotor, cada pequeño comercio turístico está lleno de cosas de gatos, pero casi nada de ese dinero se destina a ayudarlos», afirma King. «Intentamos fomentar la idea de que hay que cuidar a estos animales como parte del tesoro cultural de la ciudad».

CÓMO PUEDES AYUDAR

Cuando se pueda volver a viajar, los turistas pueden aprovechar su viaje para hacer el bien. Nine Lives Greece suele organizar excursiones guiadas diarias a las colonias de gatos que alimenta en Atenas, combinando el recorrido por el centro histórico de la ciudad con el afecto por los felinos. Una de las actividades más populares en Phuket, una isla al sur de Tailandia, ha sido acudir a la Soi Dog Foundation, donde los visitantes pueden recorrer el centro de rescate de animales e incluso jugar o pasear a algunos de los perros.

Fuente: National Geographic

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